miércoles, 21 de julio de 2010

Adonde van las palabras que no decimos?

Adonde van las palabras que no decimos?

Esta pregunta no es la primera vez que pasa por mi mente, pero ahora llama a mi puerta de forma insistente, por alguna razón que aun no se, y se resiste a abandonarme, quizá, cuando acabe hoy de escribir, tenga la respuesta.

¿Que pasa con esas palabras, pensamientos y sentimientos, que pasan por todo el proceso y engranaje de nuestro cuerpo, mente y corazón, pero cuando están a punto de tirarse por el tobogán de nuestra boca, les impedimos la salida?
¿Por qué las matamos? Aunque para ser exactos, seria un aborto, porque no llegarán a ver la luz.
¿Hay un paraíso para ellas, un mundo paralelo en el que corren sin temor, el limbo quizá?
¿O dan vueltas por nuestra cabeza de tal forma que acabamos creyendo que las hemos dicho y nos hacen confundir realidad con ficción e imaginando conversaciones que nunca tendrán lugar?

¿Por qué no las decimos?
Muchas veces, el ajetreo de la vida nos impide decir todas aquellas cosas que nos gustaría decir, ya que el tiempo es limitado y tenemos mil cosas que hacer y otras, simplemente tenemos muchas cosas en la cabeza y se nos olvida decir esto o aquello, llegamos a casa, cogemos el teléfono, o escribimos un mail, para decir lo que se nos ha olvidado.
Pero no siempre todo es tan sencillo, fácil y rápido. Todas las palabras no tienen el mismo valor, unas provienen del cerebro, tales como todas aquellas cosas cotidianas, tareas, encargos, o informaciones varias, pero las otras, las de más peso, valor y fuerza,
provienen del corazón y son estas las que mayoritariamente mueren antes de ver la luz.
¿Estamos hablando de
palabricidio quizás?
Por desgracia, lo que asesinamos aquí, no son solo palabras, la palabra es el simple vehiculo que conduce al sentimiento hacia el exterior. Estamos impidiendo a nuestros sentimientos tomar forma. Pero? ¿Por qué?
A veces, las circunstancias de la vida nos separan de determinadas personas, cual hojas que se lleva el viento, la vida nos junta y separa a su antojo. Otras, la vida se los lleva para siempre, impidiéndonos en muchos casos despedirnos y decirles todo aquello que les diríamos si los volviéramos a tener delante, en estos casos, sólo nos queda pensar, que desde donde estén puedan oír nuestras palabras y que quizá algún día, nos volvamos a encontrar en otro lugar, en el que el tiempo no corra y nuestras almas sean transparentes como el cristal,
no siendo necesario el uso de la palabra.
Aquí, nada podemos hacer más que hacer el propósito de decir cada día a todos aquellos que nos rodean cuanto los queremos, apreciamos, echamos de menos, o simplemente cuanto hemos disfrutado de su compañía o pasando el día con ellos, ya que cada momento es único, diferente y especial y nunca se volverá a repetir, y si son momentos especiales o pequeños tesoros dentro del desierto de la vida, ¿Por qué no darles el reconocimiento que merecen? ¿Por qué autolimitarse, automutilarse y autocontrolarse en este aspecto? Sólo si nuestras palabras van cargadas de maldad, dolor y odio, debemos impedir que salgan. Pero por desgracia, la ira encuentra más fácilmente la salida que el amor.
¿Tenemos miedo quizá? Miedo? ¿a que? A que cuando digamos, Te aprecio mucho,
Te echo de menos, Tengo ganas de verte... un rayo nos fulmine!!
O quizá tenemos miedo a oír de nuestra propia boca y con nuestra propia voz, aquello que no queremos sentir. Quizá si no lo decimos y subimos el volumen para no escuchar a nuestros sentimientos, estos se cansen de insistir y llamar y se marchen, cual décima plaga de Egipto al ver la sangre en nuestra puerta.
El miedo, es gratuito, así que podemos tener tanto como queramos, pero cuanto más tenemos, más atados y limitados están nuestros movimientos, hasta llegar incluso a bloquearnos.
El miedo, ha de ser racionalizado y analizado en proporción, ya que tiene tendencia a expandirse de tal forma que hasta vivir nos de miedo, y solo queramos sobrevivir, aislándonos en nuestra cueva, de todo calor y contacto humano.

Los cobardes mueren muchas veces antes de su verdadera muerte; los valientes gustan la muerte sólo una vez.

William Shakespeare

Sentir no mata (o por lo menos no se ha dado ningún caso aún) Lo que nos mata y seca el corazón lentamente es impedirnos a nosotros mismos sentir y expresar aquello que sentimos sin miedo.
Por suerte o por desgracia, sólo tenemos una vida, pero no sabemos cuan larga o corta será, así que debemos disfrutar y valorar cada momento y sentimiento como único. Cuando se siente algo, (alegria, pena, felicidad, nostalgia, amor?) todo nuestro cuerpo lo expresa, nuestra sonrisa, la luz de nuestros ojos? asi que si nuestras palabras encienden el motor, no dejemos que choquen contra la puerta del garaje, y démosles vía libre, ya que no solo nos sentiremos mejor después de decirlo, sino que haremos que aquellos a los que se lo decimos se contagien de nuestros sentimientos.
La vida cotidiana, ya nos impone bastantes limitaciones, no nos coartemos nuestra felicidad por temor a vivir, ¿para que esta la vida si no es para vivirla?

No permito un exceso de interrogantes en mi vida, (ya es la vida en si bastante mágica, misteriosa e incomprensible, como para hacerla más aún) así que estoy en permanente búsqueda de respuestas y reinterpretación de conceptos que puedan responder a los ?Por ques?, soy demasiado racional como para aceptar un ?por que Si? y demasiado poco como para no tener fe; fe en que sólo sacando lo mejor de nosotros mismos y dándolo a aquellos que nos rodean, podemos hacer del mundo, un lugar mejor. Tenemos una materia prima increíble, sólo hay que trabajarla!
Así que no dejes que tus palabras vayan al cementerio o a la basura, ningún sentimiento merece ese final, porque va con el parte de tu corazón. Y que es el corazón, sino el órgano que bombea la sangre al resto del cuerpo. Si el se para, se seca o se endurece, mueres.
No mueras antes de tiempo.
Ten el coraje, saca la espada y haz frente a tus miedos y demonios internos, solo asi podrás ser libre para vivir plenamente.


Marzo 2008


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